domingo, 24 de agosto de 2014

El peor momento



 El peor momento

Hicieron falta una serie de incidentes para llegar a ese momento. En su cabeza él solo veía el momento y después siguiendo con el recorrido mental no terminaba de darse cuenta que los resultados iban más allá de sus pensamientos, su ser como esencia. Nuestro organismo y nuestra mente hacen tratar de redimir nuestro presente a través de pensamientos positivos y alejados de culpas; esto es bueno, es nuestro instinto de supervivencia. Seguir albergando pensamientos negativos de nuestras personas no es bueno para la salud. Nuestra mente ha pasado por siglos de evolución. Aún somos ese ser que con miedo se desprendió de las cavernas. Cada expresión artística parten del ser primitivo que descubrió el mundo. Todos estamos ligados, nuestra naturaleza está ligada. Somos un recuerdo universal, somos instinto en un traje. Somos guerra, avaricia, deseo, celos. La mayoría de nosotros no nos hemos podido desprendernos del cavernícola temeroso de la luz y de los rallos. Le tenemos miedo a la naturaleza, aunque no queramos admitirlo. Esta actitud es la mentira más grande que nos hacemos a nosotros mismos. Las flor se marchita, pero en su esplendor, puede ser uno de los seres más hermosos de este mundo.
Dentro de este mundo no existe verdad absoluta fuera de las verdades naturales. Su postura y la de ella eran las correctas. La pelea se acaloró. Todos los problemas relacionados con nuestra humanidad, nuestras reacciones mundanas, siglos, milenios de evolución. No es bueno desde el punto de vista de uno o del otro culparse. Al final ella ya no quería más y él no lo aceptó. Esto entendido por un vago instinto de preservación.
1.
Carlos un día despertó sin otra intención que recibirse de su carrera. Cuando Carlos se sentó, platicó con una mujer llamada Laura. La plática efímera se convirtió en amistad. Carlos envía un mensaje a Laura sin ningún objetivo más haya de ser amigos y ella lo recibe y le expone que tiene novio. Echo que ya le había platicado en repetidas ocasiones. Las intenciones son claras para ambos. Omar, él novio de Laura platica al respecto. Él no está de acuerdo. – ¿Quién puede definir lo que está correcto o no en una relación?, ¿Qué es socialmente aceptable y que no? Ambos han pasado por suficiente para confiar él uno del otro. Simplemente hay algo ahí y ese es el principio del desastre.
Cuando se despidió de ella tres semanas antes, el sentía que algo iba a pasar. Había palabras, besos y abrazos, pero algo pasaba por su mente, la fría sensación de que algo estaba por suceder y que debía de guardar esa imagen para siempre. La imagen en que era amado pero ella y que nada más importaba. Cuando ella se despidió ella sentía que era el hombre de su vida y que podría estar parada para siempre viendo su carro partir. Ambos tenían una historia. Quien diría que una situación, unas palabras, una noche, un intento, eran suficientes para destruir ese momento que ellos deseaban inmortalizar en el tiempo. Él presente importa, es lo único que importa. El futuro no existe y pasado ya fue.
Ella recibe la invitación, después de que Omar sarcásticamente le dice que le pregunte a donde la va invitar a salir. Laura no tiene malas intenciones, quizás Carlos tampoco las tiene. Pero un día después de 3 días de tener discusiones al respecto de que está bien y que está mal Laura acepta la invitación de Carlos, con las intenciones claras de que son amigos. Laura le dice a Omar, Omar se enoja con ella y discuten, al final él termina cediendo, pero con la condición de que en un futuro no salga con más hombres a solas. Cuando él platicaba con ella, él sentía que lo que estaba a punto de pedirle era demasiado ridículo, él le pide que le diga te amo por él teléfono cuando se suba al carro. Ella cuelga el teléfono en el momento que sube al carro. Esto desencadena una serie de sucesos que llevaron al caos.

2.
Lo que sucedió queda en una amarga pesadilla para los tres. Ninguno de los tres conscientemente quería hacer daño. Quizás el problema pasó mucho antes.
Al finalizar, su mente se desprende de su cuerpo y queda un pedazo de maza horrible. Al final el brillo desapareció y se volvió  este ser despreciable que termina diciendo una vulgar palabra llevado por la desesperación. Se esfumaba con ellos el amor, se esfumaba la sensación de respeto, de cariño. Hace un mes ambos estaban acurrucados entre ellos, satisfechos con sus cuerpos desnudos, ella le preguntaba a él si siempre estaría con ella, él le respondía que nunca dejaría que nada les ocurriera. El acontecimiento que marcó sus vidas hubiera sido observado por esos seres a lo lejos y no aceptarían esas imágenes, solo serían sombras perdidas en el mundo, en el odio. Si él se hubiera dormido esa noche nada de lo acontecido habría pasado, si ella le hubiera preguntado a él si era correcto y hubiera aceptado la decisión, ambos no hubieran discutido. Si Carlos, se hubiera sentado en otro lugar ella no se hubiera vuelto amiga de él. El destino y él mundo funciona de interesante manera. Bastó un incidente para que Omar mostrara su peor faceta. Una faceta que no fue tolerada por Laura y que le hizo matar cualquier sensación que sentía hacia él. Omar intentó todo después para tratar de arreglar todo, lloró y se denigró, la amenazó con suicidio, terminó transformando su cuerpo en una forma cobarde y despreciable. Las familias de ellos brindan consuelo, pero él no estaba en su casa cuando lo peor ocurrió, y ella no estaba en su cuarto para verlo derrumbarse. Al final uno no puede decir quien está bien o quien está mal, como en la naturaleza las cosas simplemente son.  Ojalá y el recuerdo de esos seres hermosos, abrazados en él sudor, jurando amor eterno, sea inmortalizado por Dios en él paraíso, por que las cosas se miden con lo que son en este momento y no en el pasado. Ella no podrá recordar ese momento, él tendrá que olvidar todo.
Desearla de regreso es lo peor. Omar destruyó una parte de él. Laura destruyó una parte de ella. Los sentimientos son mucho más complejos de lo que se pueden ver. Al final ambos no pueden ser esos dos seres acurrucados dormidos, abrazados, perdidos en él regocijo. El tiempo no perdona, él amor se ha esfumado.
Al final ninguno de los dos estaba preparado para lo que sucedió. Entonces yo me pregunto: ¿Paraqué pensar en volver, si ya se hicieron mucho daño?…

domingo, 28 de agosto de 2011

El monstruo


 Por fin cierro este cuento. Aunque creo que todavía puede tener algunos problemas ortográficos o de sintaxis. Espero que el lector los detecte y me los haga saber.

Me levanté una noche y sentía el terror al vacío que se formaba a mí alrededor. Imaginé una escena final y de ahí partí para empezar a escribir un cuento extraño que se perdía cada vez que lo escribía. Inclusive ahora puedo decir que este no es el cuento que idealicé aquella noche. El miedo no es el mismo de aquella vez, nada es igual. Pero sin duda existe. No de la misma manera o con la misma intensidad que cuando empecé a escribir esto. Cuando me levanté esa noche y miraba al espacio vacío, y la oscuridad que me envolvía, empecé a imaginar el infinito que me envolvía y me sentí tan diminuto. Me di cuenta que ese era mi miedo desde que era niño. Miedo a la comparación entre el vacío y una mosca, o un elefante y una hormiga, por decirlo de algún modo. Imaginé una conversación que surgía entre un monstruo y una persona. Me aterró la manera en que casi podía distinguir el tono de sus voces. La conversación hace mucho que dejó de ser igual aunque esta es la representación del cuento que surgió a base de esta. Pensé en "there are more things" de Borges y después complomentaría un poco con la influencia de Lovecraft. La verdad creo que todavía me falta mucho camino para poder llegar a escribir un cuento tan perfecto con el que me sienta a gusto. Puede que en un futuro reescriba el monstruo...


El monstruo

Cesar Augusto Flores Armendáriz 
día: 28-08-11

Antes de salir de su  apartamento éste se encontraba todo descuidado. Lleno de papeles tirados, colillas de cigarros y así se quedo antes de salir al trabajo. Cuando llegó al trabajo no saludó a nadie, sólo fue directo a su oficina para seguir investigando. Al llegar a su escritorio, sólo salió de éste para servirse un poco de café, con la mirada baja, raras veces ponía atención en los demás trabajadores y a ninguno saludaba, estaba muy concentrado en su trabajo. Regresó y contaba cada paso, estaba volviéndose loco.

Al llegar a su oficina cerró la puerta, y empezó a preparar algunos documentos que tenía en su escritorio, muchos relacionados con el narcotráfico, una información que le había tomado 10 años preparar. Se sentó en su silla y miró por la ventana. Miraba el cielo contaminado, entre rascacielos, en una ciudad podrida y que poco a poco lo acababa. La noche anterior sintió mucho sueño (como en esos momentos) pero por alguna extraña razón no pudo dormir. En ningún momento, ni las 2 horas que había programado para descansar. Se movía sin cesar en su cama. Esa noche quería estar muerto, pero no podía porque sentía demasiadas responsabilidades.

Mira la ciudad por la ventana del trabajo. Son aproximadamente las 7 de la tarde. No se preocupa de la hora. A duras penas pudo dormir un poco la noche anterior. La ciudad esta cayéndose, calcula que falta poco para que babel caiga. Siente su barbilla, no se ha rasurado, está hecho un desastre, las ojeras son más grandes que anteriormente, a sus 50 años, parece un cadáver, no le importa mucho la muerte en estos momentos, su mundo… su vida es este caso. El caso que lo destruye cada vez más. Esa noche sentía las palabras sombrías del caso, sentía unas soledad absoluta, mientras limpiaba sus lentes y se tallaba la cara con sus manos deterioradas, cada vez más pensaba que su muerte se acercaba. Esa noche fumo dos cajetillas de cigarros y se volvió aún más anciano.


I

Estaba distraído en la ciudad cuando entró en la oficina, todavía podía distinguir bien ese perfume que su esposa le había comprado hace tiempo para su cumpleaños. Ese día lo recuerda bien. No fue hace mucho tiempo, solo fue antes de ese maldito caso que marchitó su vida.

-Esta oficina se está cayendo. Quién diría que fuiste tú el que me enseño la importancia del orden- Michael Graw, recientemente nombrado director del cetro de investigaciones. –Estas en un muy mal estado, es increíble que sigas trabajando en esto, después que tantas veces se declaró como caso cerrado.

-Tiene que existir- Completamente ciclado en su locura, perdido en el humo de cigarro y papeles con gotas de café que no lo llevaban a ningún lado. Sus palabras, casi balbuceos.
-Eras lo mejor de esta organización, la mayoría de los mejores agentes aprendimos todo lo que sabemos gracias a ti. Yo aprendí mucho de ti, fuiste mi mentor y casi un padre para mí, pero ahora estas tan perdido que estoy pensando en hacer lo peor.
-No, no tienes que hacer nada, estoy a punto de resolverlo. Por aquí tengo un dato muy importante que reuní hace poco de un testigo de fuentes solidas- Busca un papel pero no logra encontrarlo entre todos los papeles que se encuentran dispersos en su escritorio, tiene  un desorden. –Bueno por ahora no lo encuentro, pero cuando logre encontrarlo el caso estará casi terminado.
Sigue tratando de buscar la evidencia que no demostraba nada, solo un conjunto de hechos sin relación acomodados de tal modo que el lograban formular una fantasía con un resultado aparentemente manipulado. –No vas a encontrar nada Charly, Estas totalmente perdido- Se frota la cara denotando su desesperación. –He tomado una decisión después de mucho pensar, te voy a dar unos días para que prepares el caso y esté listo, si para entonces no lo has cerrado me dará mucha tristeza tener que enviarte a un lugar donde vas a estar mejor y todos estaremos mejor- Quería no pensar mucho en eso, Lo único que esperabas era que después de ese lapso él se daría cuenta que estaba perdiéndose en su obsesión. Salió de la oficina. –Increíble en lo que te has convertido, siento demasiada tristeza por ti, a tu edad deberías estar pensado que harás cuando te jubiles- Le decía cuando salía de la oficina.
-Tiene que existir, sé que es así, estoy seguro que no fue un sueño- Repetía mientras Michael salía del cuarto, pensando en todo, en cada momento que pasaron juntos, en lo mucho que lo apreciaba, en la compasión que siempre le tuvo.

Empezó a leer los nombres de las carpetas en su escritorio tratando de encontrar los documentos que le ayudarían para moverse esa noche. Daba sorbos a su taza de café, y absorbía el humo de un cigarrillo que acababa de encender en el momento que llego Michael. Sentía su cuerpo tembloroso, como escalofríos y su garganta seca aunque acababa de dar un sorbo a su café, al eructar con la boca cerrada, sintió una asquerosa sensación. Sus pensamientos estaban todos dispersos, no se podía concentrar, la razón era el exceso de trabajo. Al levantar un libro de literatura griega, encontró la carpeta que buscaba. En la carpeta tenia escrito. Caso 22D3 y abajo decía “Monstruo”.

<<Aquí esta>> se dijo mientras leía los informes que contenía la carpeta. Se trataba de un caso de narcotráfico y una especie de nueva droga de procedencia desconocida que circulaba en el Bronx, solo tenían el nombre de algunos drogadictos y del desarrollo del caso que se volvía cada vez mas enredado, tanto que cuando se quiso investigar se pensó que no existía nada parecido, y que la droga solo eran cuentos fantasiosos de drogadictos que, deliraban cuando fueron arrestados. Sin embargo él sabía que en verdad existía esa droga, tenía una fuente extraña que había llegado a él en un momento en que su vida era estable y lo volvió en ese trozo de materia fuma cigarrillos que se encontraba en esos momentos preocupado y temeroso. Recuerda la noche del caso, la noche que lo mataría, en que un punk le mostro algo que nunca había visto antes.

II

Esta sentado en su escritorio leyendo unos casos. Acababa de cerrar un caso muy importante de narcotráfico; piensa en su jubilación y espera poder comprar una cabaña en las montañas para poder retirarse. Siente que pronto será el momento de empezar a vivir su verdadera vida. 

Bueno lo importante de este momento tal vez sea el cómo es que llegó a esa situación, tal vez fue el mucho trabajar, el estrés… no estaba seguro, pero en ese momento tenía la impresión de no recordaba  como había llegado a ese lugar. Meditó de este suceso y sintió mucho miedo al pensar que empezaba a tener pérdida de memoria.  En su memoria se basaba todo, y esperaba que no fuera eso. También se dio cuenta de pequeños detalles, en primer lugar no había nadie en la oficina, y todo estaba apagado solo su oficina era la única luz viva en ese lugar. Era una noche de primavera y no se escuchaba el sonido de nada, ni del metro. Tardo un tiempo en enumerar los detalles que no estaban bien. Pero después de unos momentos dejó de prestar atención,  siguió trabajando en ordenar el diagrama del caso.

Sentía  más soledad esa noche de primavera que en cualquier otra noche del año. Miraba los papeles ya sin poner atención, no podía leerlos, no encontraba sus lentes que hace apenas unos momentos tenía puestos. Al levantar la mirada en la desolada oscuridad miró una silueta. No prestó atención los primeros 30 segundos y bajo la mirada, meditó unos momentos después de esos 30 segundos, y sintió un pánico horrible. Un escalofrío que atravesó su columna vertebral entrando desde la parte inferior de su cráneo. – ¿Se le ofrecía algo?- Pregunto extrañamente, a una visión que probablemente solo era un efecto visual. Lo extraño era la idea de cómo había logrado entrar a un edificio del gobierno esa noche. Todo en esos momentos le hacía dudar de la situación.

No quería levantar la mirada, a pesar de la falta de respuesta; ya estaba muy viejo para ese tipo de cuentos de fantasmas; por fin se sintió listo para mirar  y preguntar de nuevo, más que miedo sentía mucha duda de lo que pasaba en esos momentos.  Al mirar notó su ropa negra desgarrada de las mangas, vestía un estilo que en esos momentos era conocido como punk, y que acostumbraba ser usado por la gente que se juntaban en el lower east side de Manhattan. Lo primero que hizo fue analizarlo bien, tenía la cara muy pálida, a simple vista por sus ojos y la mirada en sus ojos vacíos predijo que era un drogadicto, tenía ciertos detalles en la cara y algunos tatuajes pequeños en las manos que le hizo formular una idea de lo que hacía para vivir, además al leer su ademanes entendió algo de su edad.  Volvió a preguntar.
-¿Se te ofrece algo?
-Sí, perdone que no le haya respondido a su pregunta inicial, eso solo que he estado en un estado de adormecimiento total- dijo sin ni siquiera mirarlo a la cara. –Sucede que vengo a denunciar algo, y probablemente quiera saber algo de esta denuncia, quiero denunciar a un narcotraficante.
-Normalmente alguien no viene a denunciar a un narcotraficante, sin que él no le haya hecho nada, ¿a qué se debe esa denuncia?
-Es que el tiene algo mío- Comentario que le despertó mas el interés y la duda. Recordó el asunto de un caso que investigaban sobre una nueva droga que aparentemente solo era un mito popular, se le llamaba el aguijón, pero no quiso comentarle nada sobre esto, esperaba que el hablara para recaudar información y entender las verdaderas intenciones de aquel joven. En su debido momento lo cuestionaría, ese caso le despertaba mucho interés, algo muy raro y que no podía entender, aunque todos supieran que era un caso sin avance y casi un mito.

Miró sus pocas expresiones faciales y quiso tratar de leer sus pensamientos, pero no podía había algo muy raro en él, como si fuera una sombra en un muro, solo podía definir sus movimientos, los cuales eran demasiado escasos. –De ese tipo de casos se encargan otras personas, yo no tengo el tiempo de ocuparme en actos de robo; le recomiendo llenar un acta, es un proceso tardado, pero al final puede que le sirva de algo.
-Creo que este caso es lo que usted estaba buscando. Ayudándome se dará cuenta que el aguijón existe-Esto despertó su interés. El darse cuenta que existía la droga del aguijón le hizo darse cuenta que en verdad no era un mito de dos drogadictos.

Abrió los ojos y tenía una libreta de apuntes con algunas direcciones. En algún momento se quedo dormido en el escritorio, y de alguna manera había logrado extraerle cierta información al punk. No lo recordaba. Su maldita cabeza que poco a poco olvidaba cosas, empezó a tener escalofríos, al imaginarse hasta donde lo llevaría ese problema, se sentía ahogado en esta pérdida de memoria no quería contarle a nadie, ni a sus mejores amigos, porque sabía que esto le impedirían resolver los últimos casos de su carrera y retirarse como un héroe para la organización. Buscó la carpeta donde se encontraba el caso del mito de la droga aguijón, el caso 22D3 y abajo escribió ¨monstruo¨ con tinta roja para poder describir con una sola palabra el terror que sentía en ese momento.




III

Estaba preparado para salir de la oficina y preparó su pistola. Procurando dejar solo una bala afuera para no cometer alguna imprudencia. Sentía que las cosas estaban yendo de una manera tensa, y no quería cometer alguna locura. Preparó sus identificaciones en caso de que las necesitara. Al subirse a su Lincoln del 65 sintió que algo andaba fuera de lo común, o no sabía cómo explicarlo. Esa noche empezó a tener una premonición, algo que no había sentido al momento de salir de su apartamento, fue algo que empezó a pasar justo en el momento en que puso las llaves en el carro y lo puso en marcha. Se detuvo un instante mirando hacia el carro estacionado delante del suyo, y solamente se perdió en un vacio que surgía en su mente. Pensaba que esa día había armado una escena en su cabeza, no dejaba de sentir algo extraño, no lo podía expresar con simples pensamientos, solo eran sentimientos, sensaciones. Algo en ese universo estaba diferente, como si se hubiera colado algo que no debería estar. Al escuchar el subterráneo que pasaba por debajo de esa calle y hacía un ruido de vías rechinando, volvió en sí y miro a su alrededor. Un hábito que había desarrollado con los años <<Tengo que dejar de soñarlo… tengo que acabar con esto para poder dormir>> se decía, mientras sacaba un cigarro.

Al entrar esa noche fría en la calle 12 en Brooklyn logró ver un grupo de vagos que entraban a un callejón, ambos de un caminar ansioso. Supuso que se trataba de un grupo de drogadictos que buscaban a un traficante cualquiera. La razón por la cual se sentía atraído por esa escena fue por que la única pieza relevante que tenía en la carpeta del caso hablaba de la calle 12 de Brooklyn. Suceso que había conseguido de un informe en donde un drogadicto decía que en esa calle vendían cosas exóticas… pensamiento fuera de contexto referente al caso de donde venía tal informe. Cuando ambos entraron al callejón de esa calle llena de parias, solo significaba que el traficante era independiente por que no quería ser descubierto acaparando territorio ajeno. Paró en el lote vacío para empezar a caminar. Al acercarse a ellos trato de no ser visto, era muy bueno en seguir a alguien en sigilo. Recordaba sus buenos tiempos en que resolvió muchos casos, en donde era una estrella. Aun así sujetaba su arma solo para sentirse a salvo, la bala la mantenía guardada en un bolsillo independiente a esta. Siguieron avanzando y en lo profundo del callejón se encontraron con un tipo, no se lograba distinguir quién era por la oscuridad en esos momentos.  Harris se mantuvo en la sombra y no fue visto. Solo parecían estar hablando y haciendo negocios.

En un momento cerró los ojos, y al otro habían desaparecido. Había perdido la noción del tiempo. Poco a poco empezaba a perder sus recuerdos; que alguna vez fue todo lo que le quedaban, pero estos momentos ya no. Había establecido un sistema para lograr retener cierta información, por ejemplo, en esos momentos al ver a su alrededor, notó la diferencia de tonalidades de oscuridad para determinar cuánto tiempo se había quedado en trance, sin poder recordar nada; aproximadamente 10 minutos… al acercarse a la penumbra en donde se encontraba el narcotraficante; se flexionó para ver si encontraba rastros en el suelo de algo que le pudiera servir; encuentra una caja de fósforos de un bar, y una especia de liquido extraño viscoso color verde. Se sintió muy entusiasmado al darse cuenta que en verdad existía el aguijón.
Esa noche no se sintió tan perdido; no como en los últimos días. Esa noche fría de otoño donde el humo emanaba de las alcantarillas sentía que por fin estaba más cerca que antes. De alguna manera sentía que resolver ese caso demostraría que no estaba tan mal como todos pensaban; y sanarían sus problemas mentales. Esa noche no sitia tanto frio como en los últimos días de su vida. Sacó un cigarro del bolsillo superior izquierdo de su saco marrón. –Esta noche daré contigo y todo el mundo se dará cuenta que no estoy loco- Sintió una extraña sensación en su paladar al encender su cigarro, como si fuera el primer cigarro que no fumaba solo por fumar, en verdad sintió mucha tranquilidad y al exhalar el humo casi se mareó; sintió que los dedos de sus manos se quedaban estáticos.
Salió del callejón mientras fumaba el cigarro que acababa de sacar y  se sentía muy tranquilo. Al mirar el cielo logró distinguir una luna morada casi roja, que nunca había visto; unas nubes oscuras que se matizaban con el morado de la luna y las hacían contrastar horriblemente. Flotaban rápidamente, y esto se le hacía demasiado extrañó, temió lo peor de sí mismo en ese momento. Sintió mucho miedo al ver que ninguno de los seres que pasaban esa noche en esa calle repugnante,  vieran lo contrastante de esa horrible escena, algunos inclusive veían el cielo como queriendo ubicarse en tiempos  y no prestaban atención en esa horrible imagen. Cayó arrodillado al suelo con la cabeza estática viendo el extrañó paisaje y aun así nadie le prestó atención al anciano arrodillado en el suelo; el anciano que quería tener algo de fe en Dios para poder rezarle a alguien y poder olvidar el miedo que sentía; reconfortado en la tranquilidad de la fe.
Se dio cuenta que estaba entrado en una pesadilla. Y no olvidaría nunca ese calambre en el cuello y esos ojos que le lagrimeaban al sentir un tremendo miedo. Lo que él sentía en esos momentos no podía ser descrito solo con la palabra miedo, en esos momentos no existía descripción de sus sentimientos.
-Espero que esta noche no sea eterna- Salieron de su boca unas palabras en un tono de voz muy bajo, casi alientos más que palabras.

IV
No sabe si está dormido o muerto. Siente que su cuerpo flota con en el poco viento en ese cuarto de un blanco impactante. Siente como si hubiese estado ahí antes, pero nunca fue así. Se deja llevar por los pensamientos. Sus pensamientos flotan como su cuerpo en esos momentos. Empieza a caminar, y cada paso no es bien proyectado, como si estuviera caminando en agua. Como si ésta lo moviera y no lo dejara apoyar bien los pies. Sin embargo sigue avanzando. En el cuarto parece haber muebles comunes; mesas, sillas, una cama, parece un apartamento. No igual de ordenado que su apartamento, es más bien un lugar muy común en el que se siente intranquilo.
Frente a él hay una mesa. Siente que hay algo allí. Lo siente en sus venas. No hace preguntas y se acerca. Sólo se deja guiar por el momento. Al acercarse a la mesa se da cuenta que hay un libro, es antiguo, de pasta gruesa. Es de color verde opaco, tiene letras doradas. Las letras dicen: <<El libro del viajero (las horribles noches de Ahnamef el M…)>> en un inglés muy claro (lo lee con naturalidad, como si las palabras surgieran de sus pensamientos y no del libro). Lo que seguía después de la “M” no se podía leer bien. Las letras eran borrosas, y no quería hacerse de mucho tiempo tratando de entenderlas. Se dirigió entusiasmadamente al final del libro (sólo para tener una idea base de que esperar). Tenía una ilustración a tinta china con un detalle en las proporciones excepcional. Nunca había visto un dibujo como ese. En la ilustración había un Fraile sentado en una banca, a las espaldas una extraña iglesia, sostenía un rosario. Había un animal extraño que era acariciado por el fraile. Muy parecido a un roedor y con unos colmillos que resaltaban en el dibujo en blanco y negro. Debajo, en letras cursivas decía <<tenle miedo a aquel que se esconde en tus sueños, porque es el dueño de tu mente>>
Calculaba que tenía unas 100 páginas aproximadamente. Al regresarse para leer el prefacio, leyó una frase inicial. <<hay muchos como nosotros y dominamos el mundo –Rafeht Thelzy>> El nombre nuca lo había oído, es más no lo podía pronunciar en su cabeza. No parecía que tuviera una procedencia el nombre, solo eran palabras dichas al aire y que no representaban una persona real, como si el escritor solo haya querido desconcertar al lector.
<<Esa noche vivimos en la sangre y el miedo de lo eterno y lo perecedero y esas noches, incluyendo las pasadas fueron suficientes para olvidarnos del futuro que nos acercaban más a estos momentos. Le pido por favor que no lea este libro porque solo le traerá desgracias. Yo lo redacté y ahora me arrepiento de ello>>. Al ver la pagina que le seguía, había una ilustración de unos guerreros de la edad media que marchaban en una especie de pantano. Unos ojos brillaban desde la oscuridad de los árboles.
<<A continuación les presento la historia de un viajero que no conocí. Del que tengo sólo sus diarios, siento miedo en continuar transcribiendo>>
Al abrir el libro, abrió los ojos automáticamente. El mismo sueño lo tenía acosado. Cada noche era la misma pesadilla. Sin embrago, sintió haber podido leer el libro completo y tenía una seguridad imbatible que podía seguir leyéndolo a pesar de su miedo reflejado en aquel sueño. Cada mañana en que despertaba recordaba hasta el más mínimo detalle del sueño (antes de que pudiera abrir el libro). Cuando trataba de recordar las palabras específicas del libro su mente se volvía nebulosa. Sentía que cada día que permanecía sin dormir, se alejaba más de poder entender las verdaderas razones de éste sueño.
V

Al abrir los ojos en la calle; después de quedar paralizado en el suelo; arrodillado por el trance que la luna le había provocado, volvieron las escenas que ya habían quedado en el olvido hace meses, y que en esos momentos tenían más significado que nunca. El significado era claro: la locura lo estaba absorbiendo.
Rápidamente se incorporó de su caída letárgica. Cerró los ojos y al abrirlos la luna era de un color crema brillante. Era luna llena. No sabía en qué momento empezó a alucinar. Al levantarse se dio cuenta que nadie alrededor le había prestado atención a su caída. Casi como fuera un espíritu ya. Solo era un alma que vagaba ya muerta, marchita, en una ciudad de demonios. Al levantarse se sacudió la gabardina marrón que llevaba puesta. Temblando sacó de su bolsillo un cigarro y lo puso en su boca seca. Al tratar de encenderlo batalló aproximadamente un minuto. Su mano le temblaba de tal modo que cuando intentaba mantener el fuego este se desvanecía con el viento frio de esa noche de otoño y los espasmos de su mano temblorosa por el miedo.
Se sube al auto y empieza a manejar al bar. Sabía donde estaba. Al este de Brooklyn. En un callejón oscuro en donde la única guía de su ubicación era un letrero brillante de luces neón que solo decía Bar. El bar no tenia nombre solo era un bar de esos antiguos que seguía lineamientos machistas y raciales. A las afueras de éste había adentrándose al callejón un narcotraficante que distribuía lo común.
Los indicios que él tenía eran que el narcotraficante común no era el que se encargaba de distribuir el aguijón. Intuía que el distribuidor solo atendía a cierto número de personas. Esta era la razón por la cual no era muy conocida esta especie de droga. Una vez había atendido en ese lugar un caso de narcotráfico, pero en esos momentos estaba en la incertidumbre de la seguridad de tal bar. Aun conocía a algunos de los trabajadores, pero ya estaba demasiado viejo para poder salir vivo de una pelea por utilizar el lenguaje menos apropiado, y además sus problemas de memoria le ocasionarían una perdida en el hilo de los más básicos detalles para poder resolver el caso. Se tallaba la cara mientras se veía en el espejo del carro, su cara estaba llena de arrugas. Sacó un cigarrillo. Le dolía su garganta y empezó a toser al sentir demasiado hormigueo. Al toser se cubrió la boca con un pañuelo y tenía gotas de sangre. –Demonios, esto era lo que me faltaba- Tiro el pañuelo por la ventana y su visión del futuro solo llegaba a resolver ese caso. Lo que pasara después de eso no le importaba mucho, aunque era inevitable su muerte en unos años.
Al ver su reloj eran aproximadamente las doce de la noche y acababa de llegar al bar. Esa noche fría de las alcantarillas brotaba vapor, se contrastaban con la luz de la luna. Al acercarse al bar miraba a un grupo de personas en la entrada que se veían muy sospechosas. Se acercó al bar y había aproximadamente unas seis personas fuera de este. No le prestaron importancia, solo el hombre que cuidaba la fuera se dio cuenta que estaba a punto de entrar al bar. –Alto anciano- le dijo con una voz dominante. –Busca otro bar para embriagarte, este bar está muy lleno para ti-
-Vengo por asuntos policiales, el dueño me conoce. Háblele de Charly Harris- el guardia mando a alguien a hablar con el dueño y rápidamente lo dejo entrar. El dueño sabía que Charly no se metía en su negocios, solo era un observador. Solo se trababa de estar en el momento adecuado, en el lugar adecuado. Esa noche al entrar al bar tocaban algo de música country pero en un tono muy bajo. La mayoría de los ahí presentes eran rufianes y desalmados oportunistas que mataban por poco menos de diez dólares. Era una época difícil, se respiraba la demencia en el aire y como probeta se concentraba el mal de Nueva York en ese pequeño punto en un bar al sur de Brooklyn. Empezó a oír algunas conversaciones. Se acercó a la barra del bar y pidió una Heiniken, empezó a mirar a su alrededor, y logro reconocer a uno de los narcotraficantes. Buscó no ser visto y en repetidas ocasiones se acercaba a él desapercibidamente para poder oír los negocios. Le llamaba más la atención un simple drogadicto que yacía tirado en el suelo bajo efectos que no lograba reconocer.
Él era un experto identificando efectos de drogas. En esos momentos la persona tirada en el suelo despedía  un olor raro, detalle que sorprendentemente podía percibir a pesar de los olores mesclados en ese viejo y sucio bar. A pesar de su vejez, su olfato había mejorado con los años. Al acercarse más al hombre tirado. El olor que despedía ese hombre era parecido al olmo y a una sustancia acida que no le parecía conocida. También el sudor un poco opaco le parecía muy contrastante, un conjunto de factores que le eran evidentes y que era capaz de listar. Lo levanto haciendo creer a los demás que era su padre. – No queremos maricas aquí- Le dijo un hombre calvo que tomaba una cerveza junto a una mesa de billar y que estaba acompañado de un grupo de personas que lo ponían intranquilo.
-Descuiden soy su padre- Dijo Harris mientras lo llevaba al baño. El baño era solo un cuarto con un urinal una taza y un espejo con su respectivo lavamanos.  Al colocarlo en el suelo empezó a tomar notas tan apresuradamente que solo logró escribir los datos principales.
<<Hombre, piel caucásica. Color de pelo: negro. Vestimenta: pantalones de campana. Camisa de cuello alto color rojo arremangada. Brazo derecho con marcas de agujas algo infectado. Edad calculada de entre 20 y 25 años. Tatuaje de escorpión en el brazo izquierdo. Señales que indiquen que es parte de una pandilla, ninguno. Es un drogadicto común y corriente>>
-¿Dónde lo conseguiste?- Levantó la mirada para poder ver a Harris, quien lo sostenía tratando de acomodarle el cuello para que no se ahogara con sus vómitos.
-¿Qué?- Le pregunto a Harris y sus pocas palabras eran envueltas con gemidos.
-Sabes a qué me refiero. Eso que consumiste, sé de qué se trata. Quiero que me digas donde conseguiste el aguijón.
-En ese apartamento habita un monstruo- En ese momento cayó en el desmayo y concluyendo sus palabras. La palabra que había oído en repetidas ocasiones y de la cual ya estaba muy acostumbrado, pero no lo suficiente para que perdiera su significado. Sentía un miedo muy personal y una intriga en esos momentos. No relacionaba lo que el hombre en el suelo le había dicho con su sueño, pensaba más en la palabra monstruo como una abstracción de una mente que moría. En esos momentos su sueño era una pesadilla que quería olvidar, y que tenía presente en momentos, solo como referencia de su locura o imaginación. Lo volvió a dejar tirado en el piso del baño, y empezó a esculcar sus bolsas. Encontró una dirección que analizó bien <<12 st. Bronx, 13-14 Av>> lo guardó en sus bolsillos. Al seguir buscando encontró una jeringa, que aún contenía un poco del líquido, que efectivamente se trataba de la sustancia verde, que había encontrado en el callejón. Lo guardó, esta vez en una bolsa transparente que después guardaría en su gabardina.

Al salir del baño lo detuvo un hombre. Se trataba del narcotraficante. – ¿Que le acabas de hacer a Jimmy?- Harris se asustó y no quería ni tocar su arma, cualquier movimiento en falso representaba una muerte segura.
-Es mi amigo y tenía que encontrarme con él aquí- Decidió decir una excusa un tanto arriesgada. Si el narcotraficante conocía muy bien da Jimmy o si sabía bien que era lo que hacía ahí seguramente sospecharía de Harris. Harris solo había concluido antes de decirle tal excusa, que aquél hombre buscaba juntarse con alguien. Pero que no había llegado por la forma en que se había inyectado. Había dejado tres frascos de líquido lo cual significaba que esa noche pensaba compartir la experiencia con alguien más, además al mirar la jeringa había notado que no había utilizado toda la cantidad, había solo consumido unas tres cuartas partes del líquido para no estar en un completo estado del efecto que producía la droga.
-ah, entonces tú eres John- Lo volteó a ver con una mirada de complacencia. –Ten cuidado con lo que haces por este bar, Jimmy apenas está probando el aguijón, por eso no pudo medir cuanto liquido era lo que necesitaba, se le paso la mano y me pidió que te digiera que regreses al Bronx para que me traigas más de esto.
- No hay problema, mas noche pasaré por él, si puedes buscar a alguien que lo cuide te lo agradecería.

Salió desapercibidamente del bar, al salir caminó hasta su carro pensando en todos los avances que había logrado esa noche. Se sentía vivo resolviendo ese caso. Al conducir, las luces pasaban sobre su rostro rápidamente. No dejaba de sentir placer al conducir. Al pasar el puente antes de llegar al Bronx, su alrededor cambiaba con él. Esa noche nunca había visto de tal forma la ciudad como  cuando miró por el retrovisor. Los fuegos de las luces que se proyectaban hacia un cielo carente de estrellas era tan reconfortarte como ver las estrellas mismas, solo esa vez pudo sentir paz.
VI

Cuando entró al Bronx tomó la precaución de no acercarse a los territorios peligrosos, decidió estacionar su carro en un terreno baldío. Conocía ese lugar y sabía lo peligroso que era dejar un carro estacionado a la vista de todos, a pesar de la hora. La calle estaba desierta. Muchos vagos ya se encontraban dormidos bajo sus casas de cartón. Trataba de no ser visto por las pandillas, así que caminaba entre las sombras.
 Estaba cerca de la calle 12 y había caminado dos horas buscando la dirección. No recordaba cuando había caminado tanto. La caminata le ayudó a despejar un poco su mente. Tenía ganas de dormir, pero estaba a punto de llegar a su destino.
 Cuando estaba listo de caer rendido por el cansancio encontró la calle 12. Se escondió tras un poste mientras veía en la esquina de la calle 12. Miraba a su alrededor y sacó un cigarro. Empezó a fumar y en esos momentos nadie se percataba de su presencia. En la esquina se encontraban 3 hombres armados mirando a los alrededores. Los tres se estaban parados en el pórtico de un edificio abandonado; La calle 12 de Bronx era un grupo de edificios departamentales en donde acostumbraban vivir vagos y mendigos, y que había sido sitio de una pandilla que era responsable de los más terribles actos de prostitución, tráfico de drogas, y extorción. Entró sin ser visto en lo oscuro de los callejones, con un sigilo espectral. Miró su reloj y eran las 3:43 am. Había dos vagos demasiado drogados como para alertar su presencia, y al entrar en los callejones de la calle 12 pudo identificar la parte trasera del edificio. Se sentó en una zona iluminada por una luz mercurial al costado derecho de un tanque de basura. Sacó su libreta de notas:
<< 17 de octubre año 1974, hora 3:54 am. Mi nombre es Charly Harris, acabo de descubrir el origen de un laboratorio de drogas ubicado en el edificio 123 de la calle 12. La forma en que es distribuida no es peculiar. Se elabora en este edifico y es distribuido por pequeños traficantes. Estos a su vez distribuyen la droga a gente sin importancia. Probablemente la razón de esto es que no se difunda la droga fuera del territorio donde se controla>>
Toma un cigarrillo y lo enciende. Al seguir escribiendo se siente muy cansado, piensa que en cualquier momento va a quedar dormido sentado.
<<El personaje que apareció esa noche en mi oficina había sido estafado por algunos de sus narcotraficantes. Era evidente que su color de piel extraña se debía a una perfidia que se acrecentaba con los efectos de la droga. Según mi investigación existen 6 narcotraficantes pequeños que operan esta droga, y aun así no distribuyen mucha de esta. La droga es difícil de preparar, esta es la razón de sus escases. Por razones que no entiendo la venta de esta droga solo puede satisfacer las necesidades de los narcotraficantes pequeños; entonces… ¿Por qué hay un traficante dueño del proceso de fabricación que no obtiene algo a cambio?... La razón más prudente es la que conecta este caso. El personaje que apareció en mi casa ese día desapareció. Parte de mi investigación fue buscarlo en las calles de nueva york. Encontré su nombre, su dirección, su seguro social, etc… Pero aun así había desaparecido por completo.  Creo sin equivocarme que estaba muy alterado porque sabía que iba a desaparecer. Estoy seguro que lo que hay en el edificio 123 de la calle 12 en Bronx es un homicida psicópata que busca por medio de sus descubrimientos químicos atraer gente perdida y sin importancia para la sociedad. Gente que no sería notada si desapareciera… Estos sucesos van encaminados a un homicida experto en químicos. En un inicio sentía una premonición hacia este caso. Mi nombre es Charly Harris y acabo de cerrar este caso valiéndome de un reducido número de sucesos y direcciones. Siento prudente presentárselo a mis colegas, para que puedan realizar la acción más conveniente.
Cerró por un momento los ojos en señal de descanso. Su descanso se volvió un sueño. Por unos pequeños momentos quedó dormido…
Ahnamef el m…
La noche en que me di cuenta de mi poder, fue cuando el mundo apenas se regocijaba de sus nuevas praderas y cielos azules. En esa época apenas surgían pequeños seres de los mares, extraños, tímidamente dispersos en el planeta. Cabe mencionar que el universo de donde procedo, yo era un ser enorme, y mi habilidad para transportarme y conocer alrededor de mis mundos me hacían un dios. Estaba sintiendo demasiada impaciencia por vagar en este mundo enorme. Mi cuerpo es eterno, mi piel es indestructible, mi forma es la que los seres inferiores, tengan la disposición de ver,  si ven más allá de mí no lo soportarían. No captarían mis colores sus débiles pupilas, si es que la palabra color pueda definir mis más básicas propiedades por este lenguaje tan reducido.
<<Todas las noches trato de engañarme creyendo que las pesadillas no existen>> Aparecía en una de la páginas con ilustraciones parecidas al estilo de Gustave Doré, en un esquicito entintado. En la parte inferior del dibujo aparecía la leyenda anterior. En el dibujo aparecía un niño acostado tapándose la mitad de la cara con una cobija mientras de la oscuridad se abalanzaban tentáculos.
Al caminar por el desierto de lo que los mortales llaman África, cazaba animales. Una práctica demasiado sencilla, que se convertía cada vez más rutinaria. La verdad es que no supe en qué momento empecé a comer lo que a veces suelo denominar como plaga. Seres temerosos de sus propias sombras que hacían gemidos extraños entre ellos; casi como si quisieran comunicarse de alguna forma. La verdad es que no les preste tanta atención. Ni de comida servían. Un inmortal no se preocupa por el poder ni por la fuerza, y su alrededor solo es una pintura que se mueve poco a poco. Cuando vi la primera civilización interesante, me empecé a mimetizar con ellos; para un ser poderoso como yo el cambio de forma solo es un cambio de ropa que de vez en cuando hago para entender ciertas cosas. Me di cuenta que algunos me satisfacían más que otros. Con mi mirada dominante, lograba atraer a los seres más débiles, sus almas marchitas y viejas me producían un éxtasis; como para los mortales podría ser una fruta fermentada. Empecé a atraerlos lentamente utilizando mis habilidades superiores. Casi como un juego, más interesante que cazar a leones o elefantes.
Me encantaba el olor a sangre en las peleas en la Grecia antigua. Me gustaba mirar las batallas y ver las devastaciones que estas producían. Se creían guerreros muy valientes hasta que bajaba volando al campo de batalla, en la cima de la pelea y me comía los cuerpos que quedaban agonizando y a los guerreros más soberbios. Más de una vez maté a uno que otro guerrero que se sentía igual de poderoso que yo y blandía su espada contra mis guarras poderosas. Me daba demasiada felicidad ese ambiente. Era casi como si reclamara mis trofeos, ante esos débiles seres.  Solo dejaba a los reyes, que quedaban completamente asustados, y dementes después de verme comerse a los más fuertes de sus batallones. Pero procuraba no matar a sus reyes, si acababa con ellos acabaría con mi diversión.
Intento viajar lejos de este universo, pero no sé por qué no puedo, me siento atrapado. En algún momento mis alas dejaron de servirme, y sigo con los pies en este inmundo pedazo de tierra. Tal vez he comido demasiado. Siento mi cuerpo demasiado pesado.  Acabo de caer rendido en la oscuridad después de vagar por años en el desierto de Arabia. Encuentro una cueva, y miro en su interior. Busco un pedazo de tierra y caigo dormido. Como si no hubiera dormido en los años que he pasado en esta infinita vida. Tal vez esta era la primera vez que dormía tanto desde que tenía memoria… Al dormir soñé con migo pero en segunda persona. Fue un sueño demasiado raro. Dormí demasiado y soñé dentro de sueños. Después de un tiempo deje de soñar, solo mantenía mis ojos cerrados por años. Y pasó el tiempo y me perdí en el sueño eterno de la soledad en la oscuridad…
<<En la siguiente hoja había un dibujo de un ejército esperando pelear con un gigante del tamaño de una montaña con el mismo estilo de ilustración del dibujo anterior. El cielo parecía nublado y el gigante era tan grande que era tapado por las nubes, el ejército tenía armaduras europeas de la edad media, el campo de batalla parecía ser una planicie con cinco montañas al fondo del tamaño del gigante. El gigante estaba desnudo y devoraba un puñado de ovejas vivas. El caballo del capitán parecía no querer seguir avanzando. Todo el ejército parecía no querer avanzar. Los ojos del capitán parecían salir de sus orbitas y tenía una risa perturbadora. En la parte inferior del dibujo se encontraba  una leyenda que decía: Solo tengo miedo de mí. Solo soy un recipiente vacío. “Creo que me he vuelto loco”… les diré a mis soldados esta noche en el hades >>

Me despertó un sueño extraño. En estos momentos no recuerdo bien de que se trataba. Al abrir los ojos sentí que había un mortal en mi cueva no pensé dos veces. Mi inmortal hambre me cegaba y lo ataqué. Me alcanzó a herir con su arma estruendosa, pero sané rápidamente. Fue una sensación algo extraña para mi cuerpo, que creía indestructible. Tal vez era mi extraña hambre. Sentía en esos momentos que algo me pasaba y salí de mi cueva. Al mirar al cielo pude notar una luna morada que alguna  vez había visto en otro cielo, en otro universo. Pensé en el olor a sangre que emanaba del pueblo a kilómetros de esta fría cueva; me sentía demasiado extasiado y la noche se llenó de júbilo. En esta noche en arabia y la luna postrada en mis ojos. Mi hambre y el desierto que se extiende infinitamente para un simple mortal. Sentía que perdía el control. Emprendí el vuelo.
A medida que el mundo se hacía pequeño se me dificultaba mucho saciar mi hambre, quería pasar desapercibido. Ya no contaba con mis habilidades de viajar, y solo me quedaba el cambio de forma. Esa fue también una de las razones que me hizo viajar, y conocer el mundo. He pasado por muchas guerras, y sin duda ninguna de ellas me produjo más intranquilidad que la segunda guerra mundial. La situación que se presentó al viajar en la segunda guerra fue algo extraña. Al caminar en el campo de batalla oliendo la pólvora, y la sangre no podía evitar pensar en el hambre que todo esto me producía. Poco a poco avanzaba buscando soldados que se perdían y alcanzaba a comer sus cabezas y escupir los cascos, sin la necesidad de cambiar de forma, solo habría mi boca al tamaño conveniente. De pronto al mirar a un batallón que vagaba en algún lugar lejano de los bosques de Francia, mi cuerpo dejo de presentar la forma de un mortal y se transformó en la bestia que estaba acostumbrado a ser. Los soldados lograron darse cuenta que me les aproximaba entre la maleza. Rápidamente gritaron de horror y empezaron a disparar. Empecé a correr rodeándolos, y me les abalance. Las balas tocaban mi cuerpo pero afortunadamente solo fueron heridas superficiales. Uno a uno logre desgarrar sus cuerpos  y esparcí su sangre por todo el bosque mohoso. Al ver que uno de ellos intentaba huir empecé a acecharlo. Él seguía huyendo gritando, con sus ojos llenos de miedo y el sudor le empapaba su uniforme verde, hasta que se tropezó. Me abalancé sobre él. De pronto una bala más poderosa me hirió estrellándome contra unos árboles. En esa tarde de neblina, al levantarme lentamente sintiendo la herida que sanaba rápidamente, me di cuenta que algo salía de entre los árboles, que no había notado por la ceguera de mi instinto. Era un extraño vehículo en forma de tortuga que tenía un cañón que me apuntaba directamente. Me seguía en cualquiera de mis movimientos. Logré esquivar la segunda bala y la tercera me pasó demasiado cerca. Rápidamente emprendí el vuelo mientras, unos aviones me empezaron a perseguir disparándome; hubiera sido herido de no haber sido por mis sorprendente habilidades de vuelo; logre entrar en un bosque nebuloso y al caminar sabía que haberme expuesto de este modo, causaría que unos pocos empezaran a buscarme y por eso debía empezar a perderme y disimular más. No podía entender cómo era que había perdido el control de mis habilidades de transformación.
<<En una de la página siguiente esta la silueta casi definida de un hombre que con una pistola apunta al fondo de un cuarto iluminado, en el cuarto no aparece nada solo un destello inminente que contrasta las sombras que genera. Parecería que el hombre es una especie de vaquero con un revolver en su mano, y entrando a un cuarto en una casa antigua, con muebles y objetos viejos. En la leyenda, inferior, dice: “Acabo de darme cuenta que estoy dormido en esta extraña pesadilla” en un tipo de letra más pequeño no tan legible decía: “Acabo de darme cuenta que no puedo despertar y que tengo miedo a lo que hay al otro lado de la puerta”>>
En estos momentos he subido a un barco que me hará dejar lo que ellos llaman viejo mundo. Siento muchas expectativas al escribir esta historia. Todos estos dibujos que he robado de un dibujante loco, los he juntado en este diario que deposito en este baúl, con algunas de mis pertenencias. Espero que el día en que descubra como viajar de nuevo a mi mundo.  Lo que he plasmado no es ni la más mínima parte de lo todo que he vivido. Es más, creo que el lector no será capaz de leer al máximo todo el libro. Al ver por una ranura de este barco que se aproxima a la ciudad de la gran estatua me doy cuenta que estoy estancado en este mundo, y que probablemente así sea por el resto de mi infinita vida. Huelo la sangre en el aire y la violencia en esta ciudad. Creo que te espero con impaciencia.
Creía que había saltado páginas, porque sin darse cuenta ya había acabado el libro. Al regresar páginas el número aumentaba y siempre encontraba capítulos distintos. Al ver la página siguiente del capítulo donde se había quedado lo alarmaba un dibujo con una especie de escena de cirugía de la época de la peste. En la cama quirúrgica había a una especie de hibrido entre rata, humano y caballo, la solo escena era horrible. Los doctores miraban al hibrido de una manera analítica casi como si no fuera extraño disecar monstruos. Al leer la leyenda en la parte inferior del dibujo, decía: “creo que hemos descubierto algo”
No pudo seguir leyendo…

VII
Abrió los ojos y miró su reloj. No habían pasado ni 20 minutos después de haber visto el reloj por última vez. Recordó algunas partes de su sueño, pero aun así creía que si había leído el libro completo, estaba convencido que el haber soñado eso o haber tenido esa alucinación, significaba que había podido superar su pesadilla. Al tratar de incorporarse sintió un poco de mareo. El mareo lo hace casi desmayarse, pero se sentía muy entusiasmado por que había terminado el caso. El mareo no fue una limitante para seguir avanzando. Estaba seguro que llegando a su apartamento por fin podría descansar en paz. Dio el primer paso…
 -Charly Harris…- Se escuchaba una voz quebrada que surgía de una de las ventanas en la parte superior del edificio continuo al edificio de los narcotraficantes. Pensaba que ese edificio estaba abandonado, pero se sentía muy atraído por la voz que conocía su nombre. Al mirar la ventana no parecía que hubiera ninguna luz. Estaba completamente abandonado, o eso pensaba…
Harris saca de su bolsillo una bala y la coloca en la pistola que se encontraba en su mano temblorosa. El temblor de su mano casi le hace tirar la bala. Relacionaba los temblores de su mano a una combinación del frio de esa noche de otoño y el cansancio que tenía en esos momentos. Quería engañarse para no pensar que lo que tenía en esos momentos era miedo.
Encontró una escalera contra incendios que conducía a una ventana abierta en el edificio. Al acercarse mantenía su pistola abajo y su caminar era el de un soldado entrenado. No había olvidado como moverse cuando se trataba de inspeccionar un sitio peligroso. Cuando subió las escaleras y se paró enfrente de la ventana se dio cuenta que dentro una obscuridad invadía el cuarto. Tenía una pequeña linterna y la encendió. Primero reviso bien que no hubiera peligro. Comprobó que se trataba de un pasillo con diez puertas, cada cinco a cada extremo y una puerta que conducía a la escalera de emergencias. Se trataba de un edificio departamental que había sido abandonado. Estaba lleno de grafitis y destruyéndose por completo, cosa que lo hizo ponerse impaciente. Entró por la ventana siempre sosteniendo fuertemente el arma. Al caminar por los pasillos no lograba mantener su cabeza tranquila. La luz que la pequeña linterna proyectaba era su única amiga, al seguir avanzando miraba ratas y cuartos solos que no le producían ninguna reacción. Se sentía hipnotizado por un camino que no estaba dibujado, pero que su mente dibujaba extrañamente. Al avanzar empezó a pensar que el miedo que le causaba esa situación solo era apagado con sus deseos de saber que era lo que le pasaba. Relacionaba estos momentos con su vida misma. Llegó a la escalera y con esta subiría al 5to piso de donde habían surgido las palabras. En ese momento no estaba seguro si las palabras habían surgido de su mente, pero estaba seguro que encontraría algo. Al avanzar sentía que algo lo seguía, pero al girar su cabeza no encontraba nada. Solo eran sus nervios y la carencia de luz que le hacían imaginar ruidos.
Cuando subía las escaleras su lengua se secó. Empezó a escuchar su respiración fuertemente. Podía oír el latir acelerado de su corazón que se hacía cada vez más fuerte. Sus pies se anteponían uno frente al otro subiendo escalera tras escalera, contando los pasos, mirando cada paso con su linterna. En ocasiones alumbraba hacia el techo de la escalera en caracol para ver si no faltaba mucho camino por recorrer. Avanzando con una cautela que le era muy propia. Se dio cuenta que al final de la escalera había una puerta color rojo que alumbraba con su linterna.
Al abrir la puerta su mente le decía a su cuerpo que no siguiera pero parecía no entender. Cuando vio lo que había ahí no pudo entenderlo en un inicio. El pasillo conducía a otra puerta, pero este tenía una apariencia extraña que nunca había visto antes, el pasillo tenía un color rojo carmesí. En el piso había algo pegajoso que no pudo identificar. Su cuerpo avanzaba como si estuviera poseído. Al avanzar su dedo accionó el seguro del arma. Contó veinticinco pasos. Al llegar a la puerta se dio cuenta que habían cráneos tirados a su alrededor no se había dado cuenta antes porque  en esos momentos la linterna solo alumbraba las paredes.
Al poner su mano en la perilla de la puerta sentía un frio que le estremeció la columna vertebral y subió hasta su cuello. Al girar la perilla y empujar la puerta la linterna se fundió. No quería avanzar en esos momentos, pero no podía regresar. Al cruzar la puerta se encontraba en la oscuridad total. Su mente no se encontraba ahí, era como si fuera un espectador de sus movimientos. Avanzó y encontró una mesa pequeña circular que tenía una vela. Trato de encender tres cerillos hasta que el último encendió. Prendió la vela y su mente extrañamente se tranquilizó al sentirse seguro por la luz. Dirigió la mirada a su lado izquierdo y no vio nada, efectivamente era un cuarto común y corriente. Giró su cabeza a su lado derecho…
En el momento en que Harris fijó la mirada sus pupilas tardaron en adaptarse. Mientras su mirada se hacía visible poco a poco, sus piernas se debilitaron y cayó sobre sus rodillas. Al ver esa imagen, en fracción de segundo recordó un cuento que le contaba su abuela cuando era niño. Tal vez el cuento más importante en los últimos momentos de su vida. -Manticora- dijo al caer al suelo. Haciendo relación con el libro que había encontrado en aquel sueño de cuya última palabra no podía leer. “El libro del viajero, (las horribles noches de Ahnamef el Manticora)”
-Pensé que nunca llegarían- Y Harris no entendió la pregunta. Cerró los ojos. Pensó que estaba apunto de despertar.